Mi hijo perdió el año escolar
Sentí como mi
garganta se contraía en el esfuerzo de tragarme las lágrimas que querían brotar de mis ojos. Mi corazón se estrujó y la
pena, pudo más que yo.
En la conversación con la directora, ella remarcó que este
es el resultado de un proceso, que se ha
dado durante todo el año y que en este
momento ya es tarde cualquier intento, no se puede hacer nada, por que algo
habría que haber hecho antes, durante el 1º o 2º trimestre. Cuanta razón tenía
ella.
En esos momentos me
invadieron las preguntas, los recuerdos; cuantas tardes había
preguntado, qué tareas tienes, estás haciendo, ya has hecho, las respuestas siempre eran positivas, si ya
hice; cómo te fue en tu examen, me fue bien,
me fue muy bien. Recordé el día que recibí las notas del 1º trimestre,
mi enojo, el enojo de mi hijo, sus justificaciones, sus promesas de
mejorar; las notas del segundo
trimestre, volvieron a sorprenderme, la
situación era más grave de lo que ya había pensado. Ya veía preocupación en el rostro de mi hijo,
las promesas ya no eran tan firmes como meses atrás, y las justificaciones ya
no cabían en mi cabeza.
Es como dice la directora,
esta pérdida, es fruto de un proceso;
siendo un poco más trágicos, fue la crónica de una muerte anunciada.
Todavía no me resigno,
a aceptar esta pérdida, todavía las lágrimas brotan de mis ojos, como agua de un grifo en
mal estado, no hay cuando se terminen.
Todavía tengo que enfrentar las
preguntas, los reclamos de mi familia,
por que mi hijo es el centro de atención y de cariño de toda la familia.
Mi sufrimiento aumenta cuando veo la tristeza y las lágrimas
en el rostro de mi pequeño, él tampoco
puede creer esta noticia, él estaba seguro de haber alcanzado los mínimos como
para salvar su año escolar. Su sorpresa y tristeza, me recuerdan que fallé en mi labor como
madre.
Al darle la noticia a
su papá, lo miré y lo conminé, “el
camino para asumir esto es la autocrítica y el espíritu constructivo, ese es el
camino”. En realidad, esas palabras eran para mi.
Este gran tropiezo, debe ser la oportunidad para evaluar y
analizar nuestra conducta como padres,
mi conducta como madre. Si es que
nuestros hijos no han desarrollado el sentido de la responsabilidad, es por que
algo hemos hecho mal nosotros.
Ahora, es el momento de
re-conducir el camino que habíamos tomado y
caminar hacia el objetivo que queremos.
Sin lugar a dudas, salir de este hueco y retomar el camino del bienestar, va a significar mayor trabajo para nosotros,
por que además de preocuparnos y
ocuparnos de la alimentación, las
cuentas, la comida, la limpieza, vamos a tener que ocuparnos de sus horarios,
de sus tareas, de sus estudios. Pero solo
así vamos a subsanar el error que hemos cometido para llegar a esta situación. Y
una vez alcanzadas las metas, vamos a sentir la satisfacción que de alguna manera compensará este triste
trago.
Cómo le había dicho, a mi hijo, su papá, aplazarse de año,
no es el fin del mundo, les sucede mucho, y como de cualquier caída, ahora hay
que levantarse, sacudirse y continuar con la vida, habiendo aprendido la
lección.
El castigo, la rabia, la violencia, no son opción. Evidentemente la vida continua, no igual, pero continua. Hay que asumir las consecuencias, y esa debe
ser la gran lección de todo esto, mi hijo debe asumir las consecuencias de sus
actos, yo también y debemos seguir caminando y construyendo.